¿Qué trampa, banda? Este artículo también va a salir en la revista DeFrente de la edición de Octubre, por si quieren tener la edición impresa. Ahí lo buscan en su kiosko de confianza, creo que hasta sale con más fotos, no sé no sé, pero ahí mandé otras igual. Pero el escrito está igualito ¡Cámaras!:
Ein Prosit! Ein Prosit!
Die Gemütlichkeit!
Ein Prosit! Ein Prosit!
Die Gemütlichkeit!
Oans! Zwoa! G’Suffa!
Ésa es quizá la frase que más se escucha constante y vigorosamente en los días otoñales de Múnich, el famoso brindis bávaro que se entona a cada momento dentro del Oktoberfest. El 12 de Octubre de 1810 tomó lugar la boda real de la princesa Teresa de Sajonia con el príncipe Luis I de Baviera, lo que condujo a una gran celebración en un enorme campo a las afueras de la ciudad de Múnich; a tal campo se le llamó “Theresienwiese” (“Prado de Teresa” en Español) en honor a la princesa. La población de la ciudad fue invitada y las principales cervecerías de la región llegaron para alegrar a los asistentes, cerrando el evento con una carrera de caballos para honrar al reino de Baviera.
El éxito del evento fue tan grande que en los años siguientes se repitió y hoy, 201 años después, el festival de Octubre o mejor conocido en alemán como “Oktoberfest” es encontrado en el mismo lugar que hace más de dos siglos. No siempre fue así, pues en tiempos de guerra y de depresión económica el festival no pudo ser celebrado, pero una vez que la ciudad estuvo de pie, la comunidad se apresuró a instaurar de nuevo al Oktoberfest.
En la actualidad el Oktoberfest es el festival más grande del mundo, con una duración promedio de 17 días, aunque curiosamente se celebra desde mediados de Septiembre hasta los primeros días de Octubre, ya que existen mejores condiciones climáticas para los visitantes. Este año son esperados más de 6 millones de visitantes ansiosos por celebrar esta festividad alemana llena de tradiciones bávaras.
La apertura del evento se realiza con un desfile a través de las principales calles de Múnich en las que bandas de música, carrozas y caballos con enormes adornos pasean para deleitar a los visitantes con alegres cantos y coloridas marchas. El desfile termina con la llegada al “Wiesn”, como se le llama localmente al prado del Oktoberfest. Las carrozas están cargadas con los barriles de cerveza muniquesa y son colocados en las enormes tiendas de cada cervecería, entre las que destacan Paulaner, Augustiner, Löwenbräu, Franziskaner, etc. En la inauguración, el alcalde de la ciudad es el encargado de abrir el primer barril martillando un grifo en el mismo. Una vez que está martillado y la cerveza empieza a correr, el alcalde grita en voz alta “O’zapft is!”, que en dialecto bávaro significa “¡Está abierto!”, y así la gente comienza a celebrar el Oktoberfest.
El Wiesn recibe a la gente por la entrada norte con un enorme “Willkomen zum Oktoberfest” que significa “Bienvenidos al Oktoberfest” y el pasillo principal está frente a nosotros con las gigantescas tiendas de cerveza a los costados. 12 tiendas principales con cerca de 7000 lugares cada una ofrecen alimentos tradicionales bávaros y obviamente la “cerveza de la casa” con una concentración de alcohol ligeramente mayor al normal (alrededor del 6% en promedio) en los conocidos “Maß” (se pronuncia “mass”), los tarros con capacidad de un litro que vacíos pesan un kilogramo. Las tiendas siempre permanecen llenas y ofrecen servicio desde las 10:00 de la mañana hasta las 10:30 de la noche. El acceso al Wiesn y a las tiendas es totalmente gratuito pero debido a la cantidad de gente que se reúne, las tiendas controlan el acceso a su interior para no generar sobrecupo y evitar tumultos innecesarios. Se pueden reservar mesas para no esperar afuera de las tiendas pero debido a la demanda se tiene que hacer con un año de anticipación.
Hoy en día el festival se enfoca en celebrar las tradiciones bávaras en lugar de la boda real del príncipe Luis I de hace dos siglos. Una tendencia actual es acudir al festival con los trajes típicos. Los hombres están vestidos con los “Lederhosen”, pantalones de cuero con forma parecida a un overol y diseñados originalmente para el trabajo de campo, son complementados por zapatos rígidos con cubierta de cuero también. Opcionalmente se pueden usar suéteres o incluso sombreros del mismo estilo. Las mujeres usan el “Dirndl”, un vestido pensado también para el trabajo de campo pero que actualmente está diseñado para resaltar el busto de las damas y reducir la cintura, acentuando así las curvas femeninas. Ambos trajes fueron usados por los campesinos austro-bávaros hasta finales del siglo XIX cuando la alta sociedad comenzó a usarlo como símbolo de orgullo regional. En la vestimenta de los trajes existen estilos para mostrar el estado civil de los asistentes, como la posición de los nudos en un vestido, demostrando si son solteras, casadas o incluso viudas.
El festival es pensado para ser un evento familiar, por lo que dentro del Wiesn y alrededor de las tiendas se encuentra una gran variedad de juegos mecánicos, entre los que destacan una montaña rusa y un gran carrusel al fondo del prado, junto a la gigantesca estatua de Baviera, representada por una amazona griega de casi 20 metros de altura y 90 toneladas, mezclando así tradición y cultura con celebración y diversión dentro del mismo Oktoberfest.
En el interior de las tiendas se puede escuchar todo tipo de música, desde la tradicional bávara hasta música contemporánea, dependiendo del estilo de cada establecimiento, pero siempre es música en vivo y cada media hora toda la gente en su interior canta un “Prosit”, el brindis en dialecto bávaro que se puede leer al inicio. Es igualmente divertido estar en un ambiente de celebración total mientras las meseras vestidas con su Dirndl cargan hasta 6 Maß en cada mano y los sirven con gran destreza. Sin embargo, el Oktoberfest no es un evento económico pues una cerveza cuesta 9 Euros, así como el platillo más sencillo, sin olvidar que también es una costumbre el dar propina, por lo que se debe planear precavidamente el tiempo que se ha de pasar en el festival.
En la comunidad mundial se celebra también una versión del Oktoberfest, siendo la canadiense de “Kitchener-Waterloo” la más grande fuera de Alemania con 700 000 visitantes, le sigue el Oktoberfest de Blumenau, una ciudad conformada por comunidades alemanas en Brasil, que alberga a 600 000 visitantes en promedio cada año, tratando de competir con la celebración original de Alemania agregando el sentimiento local. Aún así, la comunidad bávara en Alemania se une totalmente y abren los brazos a todos los visitantes a tan famoso festival que sigue siendo un símbolo del país germano. De esta forma, se rompe totalmente la imagen que se tiene de un alemán frío y cerrado, pues en tiempo de celebración la gente es realmente abierta y tiene gran disposición para abrazar y cantar junto a un completo desconocido. No importa la edad, la raza, el origen o incluso el idioma, el Oktoberfest es un motivo de celebración grupal que es incluso bien planeado: es para divertirse que al contar con la garantía alemana es seguro que el objetivo se cumple al 100%.
Lo mejor del Oktoberfest es que es un festival que mucha gente en el mundo espera todos los años porque es un buen argumento para reunirse y compartir la alegría y diversión. No nos hace olvidar los problemas o dificultades, pero nos hace recordar que siempre hay algo para celebrar, que existe la calidez humana y sobre todo que, sin importar la condición de las personas, todos tenemos a alguien a nuestro lado para tener alegría en nuestras vidas.