Ellas y yo

Hace muchos días llegué a leer un ensayo escrito por mi tío, titulado “Ellas o yo“. Relataba, en un lenguaje muy coloquial, sus aventuras con las mujeres de su vida. Actualmente mi tío es un solterón que no le rinde cuentas a nadie y que se la pasa de vago (ya está hasta jubilado).

Yo, en cambio, no creo necesitar de eso, pues sus relatos estaban llenos de ese sabor… melancólico, como que a veces se arrepiente de muchas cosas. No, no, no. ¿Qué nos pasa? Sí, yo también tengo mis ternuritas pero no hay nada que la música ranchera no ayude a descargar. Ajá, aunque no lo crean yo también llegué a tener mis anécdotas con las nenas.

¡Uta! hay desde esas de manita sudada como con María Luisa, mi primer amor ¡ja! Sí, la recuerdo harto. De hecho ese “romancito” fue el más duradero porque fue en plena infancia. Bueno, lo admito, ni éramos novios, no hubo nada oficial, pero de que queríamos ¡queríamos! Ella en aquel entonces era güerita, sus labios eran rositas rositas, típicos de una niña, su pelo largo y siempre la hacía reír con los chistes que me enseñaba mi papá. Siempre andábamos juntos. Tiempo después me adelantaron y entré a la primaria un año antes que ella (Sí, cabrón, desde morritos). Pero eso no impidió nada, porque en toda la primaria nos seguíamos echando ojitos y los perros, aunque nos hacíamos güeyes. La neta yo siempre fui remiedoso cuando era morro. Ella incluso ya le decía “suegros” a mis papás y yo con mi cara de orate nomás me quedaba viendo. ¡Ay taba rependejo! Bueno… todavía. Continue reading